Ocho años después de su última conquista continental, Uruguay buscaba, como local, su decimoprimer título de campeón de América.
A favor tenía que se trataba de un combinado infalible en casa (cinco de cinco, sin derrotas), aunque aquello podría acarrear también cierto grado de presión, y que poseía un plantel por demás competitivo-a pesar de que hubo ciertas restricciones en la cantidad de jugadores cedidos por parte de algunos clubes-, en el que destacaban muchas de las figuras del Peñarol campeón de América y del mundo de 1966 y promisorios valores de Nacional, Danubio, Sud América, Defensor, Racing y Fénix.
Entre todos ellos, los nombres de Pedro Virgilio Rocha y Ladislao Mazurkiewicz, ambos en el cénit de su trayectoria deportiva, eran de los más convocantes.
Resaltando las ausencias de hombres importantes en el Mundial de Inglaterra 1966 como Néstor Gonçalves, Jorge Manicera, Luis Ubiña, Héctor Silva, Víctor Espárrago y Julio César Cortés, el plantel designado fue el siguiente:
Arqueros: Ladislao Mazurkiewicz, Miguel Bazzano y Jacinto Callero.
Defensores centrales: Elgar Baeza, Carlos Martínez y Luis Varela.
Laterales: Héctor Cincunegui, Pablo Forlán, Omar Caetano y Juan Martín Mugica.
Volantes: Carlos Paz, Julio Montero Castillo, Ruben Techera, Pedro Rocha y Abayubá Ibáñez.
Delanteros: Jorge Oyarbide, Héctor Salvá, Luis Vera, Jorge Acuña, Domingo Pérez y José Urruzmendi.
El entrenador fue todo un experimentado ganador: Juan Carlos Corazo. “Nino” sumaba ya un título de mejor de América, obtenido en Ecuador 1959.
SISTEMA DE DISPUTA
Participaron seis selecciones: Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay y Venezuela, este último estrenándose de forma absoluta en el magno torneo continental. El modo de disputa fue en régimen de todos contra todos a una vuelta, consagrándose campeón el equipo que más puntos lograse. Fue el último torneo que se disputó con este habitual sistema. Todos los partidos se disputaron en el estadio Centenario entre el 17 de enero y el 2 de febrero de 1967.
Este campeonato presentó una curiosidad: fue el único que tuvo una ronda de clasificación previa (una eliminatoria) para redondear en seis el número de seleccionados participantes.
Así, entre el 30 de noviembre y el 28 de diciembre de 1966, Chile y Colombia por un lado (Grupo A), y Paraguay y Ecuador (Grupo B) por el otro, batallaron por los dos lugares disponibles que, al final, fueron a parar a manos de guaraníes y trasandinos.
A ellos se le sumaban el debutante Venezuela y el último campeón: Bolivia (1963).
Quien asomaba, una vez más, como el gran rival celeste, Argentina, llegaba con toda su artillería, en la que destacaban ni más ni menos que Antonio Roma, Silvio Marzolini, Antonio Rattín, Oscar Más y Luis Artime, entre otros.
Brasil y Perú, por decisión propia, no participaron.
El caso de los norteños fue llamativo: no se brindó una explicación oficial sobre su ausencia, aunque se mencionaba el interés del combinado de prepararse para la Copa Oswaldo Cruz ante Paraguay… del año 1968.
EL CAMINO
Uruguay hizo su debut el 13 de enero ante Bolivia, y triunfó por 4-0 frente a 15.000 espectadores. Los goles de aquella jornada fueron convertidos por Pedro Rocha (5´), Julio Montero Castillo (44´), Roberto Troncoso (56´), en contra, y Jorge Oyarbide (81´). Arbitró el paraguayo Isidro Ramírez.
El combinado comandado por Corazo alineó a Miguel Bazzano; Elgar Baeza, Luis Varela; Héctor Cincunegui, Julio Montero Castillo, Omar Caetano; Domingo Pérez (Héctor Salvá), Jorge Oyarbide, Luis Vera, Pedro Rocha y José Urruzmendi.
El segundo encuentro se disputó ocho días después y finalizó con el mismo resultado: 4-0, en este caso ante el debutante Venezuela, que ya había sucumbido ante Chile (2-0). Las conquistas fueron de José Urruzmendi (5´ y 35´) y Jorge Oyarbide (62´ y 68´). El flujo de público fue un poco menor (10.000 aficionados) y el brasileño Eunápio de Queiroz fue el referee.
Miguel Bazzano; Elgar Baeza (Carlos Martínez), Luis Varela; Héctor Cincunegui, Julio Montero Castillo, Juan Martín Mugica; Héctor Salvá, Jorge Oyarbide, Luis Vera (Jorge Acuña), Pedro Rocha y José Urruzmendi fueron los charrúas aquella noche.
La tercera jornada, el día 26 de enero, fue ante Chile y aquí se encendió una alarma: el encuentro terminó empatado 2 a 2.
La selección visitante fue en ventaja en dos oportunidades con tantos de Julio Gallardo (2´) y Marcos (38´), pero Uruguay logró igualar el duelo, primero con gol de Pedro Rocha, de penal tras infracción cometida a Urruzmendi a los 15´, y luego con otro de Oyarbide, ya promediando la segunda mitad (68´) y tras asistencia de “Chino” Salvá.
En la última jugada de la noche, el mismo Salvá estuvo cerca de conectar un remate para liquidar el pleito tras quedar fuera de acción el arquero trasandino. No llegó por poco y allí murió la ilusión de victoria.
Ramírez volvió a ser el árbitro y, ahora sí, la concurrencia aumentó en forma exponencial: 30.000 almas celestes en el coloso de cemento.
Los orientales fueron Miguel Bazzano; Carlos Martínez, Luis Varela; Héctor Cincunegui (Pablo Forlán), Julio Montero Castillo (Ruben Techera), Omar Caetano; Héctor Salvá, Jorge Oyarbide, Luis Vera (Domingo Pérez), Pedro Rocha y José Urruzmendi.
A todo esto, Argentina contaba todas sus presentaciones por victoria: 4-1 a Paraguay, 1-0 a Bolivia y 5-1 a Venezuela.
El 28 de enero sentenció a Chile (2-0) y aquello obligó a Uruguay a vencer el día 29 a Paraguay. Cualquier otro resultado, lo dejaría al borde del knock out.
Domingo Pérez y José Urruzmendi le dieron la bocanada de aire fresco necesaria a los orientales que, bajo el arbitraje del trasandino Mario Gasc, se impusieron por 2-0. La buena noticia fue la vuelta al arco de Mazurkiewicz, a pesar del positivo rendimiento de Bazzano en los duelos precedentes.
Esa noche, ante 20.000 espectadores, actuaron Mazurkiewicz; Baeza (Paz), Varela; Cincunegui, Montero Castillo (Techera), Mugica; Pérez, Rocha, Oyarbide (Vera), Salvá y Urruzmendi.
Uruguay llegó a la última fecha un punto por debajo de Argentina (8-7), por lo que, para gritar campeón, debía triunfar sí o sí. Solo con el empate, el visitante se consagraría como el mejor.
La expectativa, ahora sí, fue enorme: el 2 de febrero, 65.000 espectadores (58.514 entradas vendidas) abarrotaron el Centenario, en encuentro dirigido nuevamente por el chileno Gasc.
Los orientales alinearon a Mazurkiewicz; Baeza, Varela; Cincunegui (Forlán), Paz, Mugica; Pérez, Rocha, Oyarbide (Vera), Salvá (Techera) y Urruzmendi.
Argentina, al mando de Jim Lopes, colocó a Antonio Roma; Oscar Calics, Rafael Albrecht; Daniel Acevedo, Antonio Rattín-retornando tras la suspensión que recaía sobre él por la expulsión ante Inglaterra en la Copa del Mundo de 1966-, Silvio Marzolini; Raúl Bernao (Norberto Raffo), Alberto González, Luis Artime, Juan Sarnari (Alfredo Rojas) y Oscar Mas (Juan Carlos Carone).
Los albicelestes, con una unidad de ventaja en la tabla, adoptaron una táctica conservadora, obligando a los uruguayos a hacer el gasto.
El juego fue muy duro y de pierna fuerte, con acciones rudas de parte de ambos bandos
Los habilidosos de los dos combinados sufrieron la férrea marca de sus oponentes.
Faltaban apenas 15´ para que los visitantes lograran lo que ninguna otra selección hasta el momento: birlar la copa a los celestes en su propia casa.
Sin embargo, jugado al todo por el todo, la presión en zona alta de los charrúas surtió efecto cuando Rattín no pudo sacarla de abajo y Rocha se la robó para encaminarse al gol y, con un remate propio de su sello, decretó la algarabía del pueblo uruguayo.
“El gol de Rocha era previsible y fue lógico. Subrayó la superioridad acusada por entonces por la selección uruguaya, pero premió a la vez al equipo que estaba dando todo de sí por la victoria. Pero también despertó a los argentinos”, describió “El Diario”, sumando que los cambios ofensivos adversarios para los minutos finales no redundaron en respuestas positivas y que, a pesar del incesante peligro que encarnaba Artime, la zaga oriental logró controlarlo.
Ya nada iba a cambiar. La historia, por más que otros intentaran mancillarla, seguía siendo la misma.
“¡Campeón de América! Uruguay impuso su afán de triunfo y su temple varonil”, tituló “El Diario”, que añadió que “la victoria fue merecida”.
“(…) un campeón justo, porque jamás jugó encasillado en un esquema destructivo. Fue a ganar todos y cada uno de sus compromisos. Que es, en definitiva, el atributo más saliente de un campeón”, valoró.
Rocha, escogido justicieramente como el mejor jugador del Sudamericano, Paz-quien había realizado un duro trabajo de reacondicionamiento físico antes del torneo-, Techera y la pareja de backs fueron las principales figuras charrúas en el cotejo decisivo y en las que se cimentó el gran rendimiento colectivo.
Corazo fue clave en el planteamiento del partido al ordenar a sus muchachos no dejar jugar con balón a Rattín. No casualmente, ese detalle fue el que terminó dándole el título al combinado.
Más allá de la figura de Rocha, Cincunegui, Varela, Mugica, Domingo Pérez, Oyarbide (máximo scorer oriental con cuatro dianas) y Urruzmendi fueron las estrellas celestes en un torneo de primer nivel en el que también brillaron ases de la talla de los chilenos Elías Figueroa (mejor zaguero del campeonato) e Ignacio Prieto, y los argentinos Mazolini, Albrecht, Artime (mejor centrodelantero y goleador con cinco tantos) y Mas.
EL RECUERDO DE LOS CAMPEONES
“Dentro de 209 países en el mundo, Uruguay está entre los cinco que ganaron más títulos en la historia del fútbol a nivel de selección. Por eso es un orgullo haber estado dentro de esa historia tan ganadora que tiene nuestra Selección Uruguaya”. Pablo Forlán.
“El grupo de compañeros era brutal, pero con buenos jugadores. El `Mudo´ (Montero Castillo) en el medio, Rocha en un costado… Era un cuadrazo”. José Urruzmendi.
“Fue un grupo sensacional y fue gracias a la unidad de ese grupo que pudimos lograr este campeonato, que fue maravilloso para todos los uruguayos”. Ruben Techera.
“Aquel era un plantel de hermanos, salimos todos a ganar y lo hicimos”. Luis Varela.
DESTAQUE
Uruguay se consagró campeón invicto con nueve puntos, fruto de cuatro victorias y un empate, convirtiendo 13 goles y recibiendo tan solo dos.
Hasta 1967, Uruguay había disputado 25 partidos como local con 22 triunfos y tres empates.
Fue el segundo título de Uruguay con Juan Carlos Corazo como técnico. El anterior había sido en 1959. Quien también conquistó esos dos títulos fue el futbolista Domingo Pérez.
AUTOR: PABLO VEROLI