En las horas previas al duelo final ante Brasil por la Copa del Mundo de 1950 a celebrarse en el imponente Maracaná, el entrenador uruguayo, Juan López, solo mantenía una duda en la oncena que iba a alinear para tentar la hazaña el 16 de julio en Rio de Janeiro.
La misma respondía únicamente a factores físicos, ya que Ernesto Vidal, el wing izquierdo, titular durante todo el certamen, presentaba un fuerte dolor en uno de sus hombros, lo que lo dejaba en inferioridad para disputar un juego de semejante relevancia.
Es que para Uruguay era ganar o ganar, porque se encontraba una unidad por detrás de Brasil en la tabla del cuadrangular final (4-3), por lo que la cuenta era clara: apenas un empate le alcanzaría al dueño de casa para levantar la Copa Jules Rimet, que era lo que casi todo el mundo presagiaba antes del torneo.
De todas formas, la clásica estrategia 2-3-5 no iba a modificarse, lo que no impidió que “Juancito” analizara una y otra vez la formación propia y ajena.
Un nuevo sueño mundialista comienza para el ´futbol juvenil celeste. Los seleccionados menores de 20 años participarán de la Copa Mundial organizada por la FIFA de forma emergente en la vecina orilla. El torneo se iba a desarrollar en Indonesia pero diferentes motivos políticos llevaron al ente rector del fútbol internacional a cambiar la sede del evento. La selección Argentina había quedado eliminada de la competición pero la hábil gestión del presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Ricardo “Chiqui” Tapia, determinó que la albiceleste culminara con la fiesta en su casa. AFA ofreció rápidamente albergar el torneo y que su seleccionado ocupara el lugar de anfitrión que liberó Indonesia. De esta forma, el fútbol argentino buscará conseguir su séptima conquista en esta categoría y continuar con la algarabía generada por el éxito obtenido en Catar por el equipo nacional absoluto. Los jóvenes charrúas fueron protagonistas fundamentales del último campeonato sudamericano sub 20 y terminaron en el segundo puesto tras caer por 2 a 0 ante Brasil en el partido decisivo del hexagonal final. La Celeste fue mucho más competitiva que el equipo argentino y llega con un mayor favoritismo aunque nos cueste reconocerlo.
Asimismo, esta participación constituye la primera vez en la historia en que una selección uruguaya de fútbol jugará un campeonato del mundo en suelo argentino. La selección mayor quedó fuera del Mundial de 1978 mientras que la sub 20 tampoco pudo ir a Argentina cuando se celebró su máximo certamen en 2001. En la mayoría de los países del orbe futbolístico, los torneos juveniles generan un impacto menor que el de las competencias de adultos. Sin embargo, la pasión futbolera oriental determina que los campeonatos sub 20 despiertan alegrías y decepciones similares a la de cualquier otro torneo de relevancia de mayores. Los hinchas conservan en su memoria notables actuaciones que desempeñaron los jóvenes futbolistas a lo largo del tiempo. Momentos destacados, que pese a no haber culminado con la obtención de un campeonato mundial, dejaron su huella en nuestra idiosincrasia futbolera. Vale la pena mirar hacia atrás para hacer un repaso en las horas previas al debut mundialista.
1979 La copa vino para el Río de la Plata pero se quedó en la vecina orilla.
El primer mundial Sub 20 se disputó en Túnez en 1977 y representó una verdadera novedad. La FIFA acentuaba su voraz expansión globalizadora con la creación de productos que pudieran comercializar nuevos derechos televisivos, acrecentar el número de empresas patrocinadoras y aumentar de forma significativa el número de consumidores del fútbol como una mercancía de entretenimiento. Es por ello, que comenzaron a disputarse los mundiales juveniles en diversos países con poca o nula tradición futbolística. África, Oceanía y Asia (principalmente Japón) fueron las tierras a conquistar para que el negocio generara cada vez mayores divisas.
Los gorriones celestes obtuvieron el tricampeonato sudamericano en 1979 y emprendieron el viaje hacia Japón para ser los mejores del mundo entre los de su generación. Los estrepitosos fracasos deportivos de la selección mayor en 1974 y 1978 determinaron que las exitistas expectativas de los hinchas estuvieran puestas en las promesas de nuestro fútbol. La Celeste había culminado en el cuarto puesto en la edición inaugural de 1977 y el sueño de ganar el mundial estaba intacto. Uruguay aterrizó en Japón y tuvo un comienzo arrasador. Obtuvo el primer puesto de su grupo ganando 5 a 0 a Guinea (Molina 7´, Revelez 22´y 74´; Paz 53´ y Vargas 76´), 2 a 0 a Hungría (Paz 23´ y Vargas 35´) y 1 a 0 a la Unión Soviética (Martínez 66´). Con 3 victorias contundentes y sin goles en contra, la Celeste pasó a cuartos de final para enfrentar a Portugal. El seleccionado luso fue un duro adversario pero logró ser superado por 1 a 0 con gol de Ruben Paz a los 4 minutos del alargue. Por su lado, Argentina seguía avanzando en el cuadro del torneo y ambos hermanos rioplatenses se toparon en semifinales. Los albicelestes tenían un verdadero cuadrazo que contaba con el magistral Diego Armando Maradona y un centrodelantero letal como Ramón Díaz. Ambos futbolistas referidos fueron los autores de los 2 goles que determinaron el resultado final por 2 a 0. El sueño se había esfumado en la tierra del sol naciente pero los gurises culminaron en el podio tras ganarle a Polonia por penales en el cotejo por el tercer puesto. Argentina culminó siendo campeón del mundo al superar a la Unión Soviética por 3 a 1.
1981. Otro tropezón que no fue caída de una generación excepcional.
El fútbol juvenil uruguayo ocupaba un lugar hegemónico en el continente y así lo demostró en la cancha. El 8 de marzo de 1981 se coronó tetracampeón sudamericano tras golear por 5 a 1 a Argentina sobre la línea imaginaria que divide al mundo en 2 hemisferios. Los nóveles jugadores uruguayos debían volver a cruzar el globo y desplazarse hasta Australia para disputar la tercera edición de la copa del mundo. La lista de buena fe uruguaya estaba repleta de cracks que culminaron desarrollando destacadas trayectorias deportivas. Los gurises, al igual que sus antecesores de 1979, comenzaron de gran forma tras ganarle a Estados Unidos por 3 a 0 (López 7´, Aguilera 60’ y Da Silva 67’), a Polonia 1 a 0 (Da Silva 58’) y a Catar por 1 a 0 (Villazán 52’). Una vez más, se obtenía la primera posición del grupo venciendo en los 3 partidos y sin recibir goles en contra. Pero la suerte le fue nuevamente esquiva al equipo oriental tras el cruce con Rumania en cuartos de final. El seleccionado de Europa Oriental fue ampliamente superado por aquellos chiquilines uruguayos en el campo de juego pero los rumanos fueron más efectivos y terminaron ganando por 2 a 1 (Berrueta 60´). Esta nueva derrota coincidió en el tiempo con la eliminación de la selección mayor del mundial de España. No eran buenos tiempos para la entrañable Celeste en materia de resultados deportivos.
1993 El Gol de Oro y la “puerta sagrada”.
La Celeste pintaba bien en aquel mundial con una generación de futbolistas lideradas por Fabián O´Neill. El mundial sub 20 volvía a celebrarse en Australia y Uruguay se impuso en el grupo tras empatar con Ghana 1 a 1 (Correa 22´) e imponerse a Portugal por 2 a 1 (O´Neill 8´ y 87´) y a Alemania por igual score (López 2´ y Correa 65´). El fixture de cuartos de final indicó el enfrentamiento con la selección anfitriona pero el principal rival uruguayo terminó siendo la modificación reglamentaria denominada Gol de Oro. Lo que se conoció siempre en el campito como “el que hace el gol gana”. Uruguay se adelantó en el marcador con un gol de Sergio Sena a los 21´ de juego mientras que Agostino igualó sobre los 60´. El partido culminó empatado y se pasó a la prórroga con la nueva regla en funcionamiento. Fue así, que a los 99´, el chico Carbone marcó el segundo gol australiano y sentenció la suerte uruguaya. Los jugadores orientales se quejaron de diferentes fallos arbitrales de forma enérgica y el enojo del plantel continuó en el vestuario con algunos destrozos de las instalaciones. Entre ellos, el de la puerta de ingreso al camarín. La moralizante FIFA decidió aplicar una sanción ejemplarizante y prohibió la participación de la AUF en la edición posterior de 1995 que se realizó en Catar.
1997. La esperanza que renació con el sol malayo.
Aquellos tiempos no eran fáciles para el fútbol uruguayo. La selección mayor había ganado su Copa América N° 14 en 1995 pero la clasificación a Francia estaba prácticamente perdida. La sub 20 retornaba a la copa del mundo y volaba rumbo a Malasia en busca de un nuevo sueño. La delegación partió en absoluto silencio y los primeros partidos contaron con escasa audiencia debido a la diferencia horaria. El elenco dirigido por Víctor Púa ganó su grupo al vencer por 3 a 0 a Bélgica (Podestá 41´, Coelho 56´ y 79´), 3 a 1 a Malasia (Zalayeta 24´´, Hayed OG 39´ y López 77´) y empatar con Marruecos 0 a 0. Aquellos chiquilines jugaban bien de verdad y el partido por octavos de final fue fundamental para amalgamar la comunión de los hinchas con la selección como no sucedía hace mucho. En ese encuentro, la joven Celeste venció a Estados Unidos por un aplastante 3 a 0 (Zalayeta 24´ y 34´ y Olivera 41´) con una demostración e alto nivel técnico que pocas veces se observó por estas latitudes.
El torneo seguía su curso y la fuerte selección francesa era el rival de turno. Los gurises volvieron a desencadenar la algarabía de la población en su conjunto tras eliminar al combinado europeo en la definición por penales. David Trezeguet, campeón del mundo de mayores al año siguiente, adelantó a los galos en el marcador pero Nicolás Olivera marcó el empate a los 68´. El cotejo continuó igualado y la Celeste se impuso por un dramático 7 a 6 en la definición por penales. Un desenlace agónico que fue la antesala del inolvidable partido ante Ghana por semifinales. Aquel inolvidable match comenzó con una tempranera anotación de Zalayeta a los 13´ y continuó con un segundo gol de Coelho sobre las postrimerías del primer tiempo. Uruguay se fue al entretiempo con un cómodo 2 a 0 pero la ventaja se diluyó en poco más de media hora. El partido fue a la prórroga y en esta ocasión, al contrario de lo sucedido en 1993, Uruguay pudo sacar ventaja del controvertido Gol de Oro. El lateral derecho Fabián Perea se vistió de centrodelantero y convirtió a los 105´ el memorable tanto que dio por finalizado el partido y selló el pasaje a la final.
El fútbol criollo volvía a disputar un partido de estas dimensiones enfrentando a su histórico rival rioplatense como en 1928 y 1930. Aquel partido detuvo al país en términos literales y el golazo de tiro libre de Pablo García resonó en todo el territorio nacional a los 15´ de juego. Los dirigidos por Pekerman, en su calidad de defensores del título, se fueron al ataque y lograron darlo vuelta con los tantos anotados por Cambiasso (26´) y Quintana (43´). El resultado culminó siendo adverso y Argentina levantó la copa. Nicolás Olivera fue reconocido con el Balón de Oro mientras que Marcelo Zalayeta lo escoltó con el Balón de Plata. Asimismo, también es recordado con enorme estima el botija Perea tras perder la vida en un siniestro de tránsito en Propios y Canstantt durante una madrugada de octubre de aquel mismo año. Aquellos chiquilines que se fueron en silencio a Malasia culminaron siendo recibidos como verdaderos campeones. La ilusión de los aficionados se había teñido de celeste nuevamente.
El proceso juvenil conducido por Víctor Púa continuó con una muy buena participación en Nigeria 1999, Uruguay finalizó en cuarta posición tras eliminar a Brasil por 2 a 1 en cuartos de final y presentó una nueva generación de notables futbolistas liderada por Diego Forlán.
El proceso Tabárez y su impacto en la selección juvenil.
El período posterior a Púa estuvo marcado por los malos resultados. Uruguay quedó afuera de 3 mundiales consecutivos (2001. 2003 y 2005) y volvió al certamen con la llegada del Maestro Tabárez. La Celeste viajó a Canadá 2007 con una gran cantidad de gurises que pintaban para bien. Suárez, Cavani, Cardaccio, Cáceres fueron algunos de quienes integraron la nómina de aquel destacado seleccionado que fue eliminado de forma sorpresiva en octavos de final. Desde ese momento, la selección sub 20 fue a todas las ediciones de la copa del mundo hasta el presente aunque su suerte fue sumamente dispar. En 2013, los gorriones uruguayos volvieron a protagonizar una gran actuación llegando a la final del torneo disputado en Turquía. La selección de Verzeri demostró un aceptable nivel de juego y consiguió resultados históricos. Uno de ellos, que pasó inadvertido para la mayoría de la opinión, consistió en conseguir la primera victoria oficial sobre España en toda categoría. El triunfo frente a la Roja fue por 1 a 0 con gol de Felipe Avenatti a los 109´ de juego y significó el pase a la semifinal frente a Irak. La Celeste llegó a la final y enfrentó a un extraordinario equipo francés dirigido en la cancha por Pogba. El partido terminó igualado sin goles y los galos vencieron en la definición por penales. Nicolás López fue uno de los goleadores de la competición mientras que Guillermo De Amores obtuvo el premio de Guantes de Oro por ser considerado el mejor arquero.
Una nueva historia comienza a escribirse en La Plata. Los jóvenes defensores de la gloriosa casaca celeste serán los primeros futbolistas en jugar un mundial en nuestro querido país vecino. Los uruguayos son expertos en arruinar las fiestas que organizan los anfitriones y esto, los argentinos, lo saben muy bien.
Actuaciones de Uruguay en los mundiales sub 20
Túnez 1997 Cuarto puesto Japón 1979 Tercer puesto Australia 1981 Cuartos de final México 1983 Cuartos de final Rusia 1985 No clasificó Chile 1987 No clasificó Arabia Saudita 1989 No clasificó Portugal 1991 Fase de grupos Australia 1993 Cuartos de final Catar 1995 Suspendido Malasia 1997 Subcampeón Nigeria 1999 cuarto lugar Argentina 2001 No clasificó Jordania 2003 No clasificó Países Bajos 2005 No clasificó Canadá 2007 Octavos de final Egipto 2009 Octavos de final Colombia 2011 Fase de grupos Turquía 2013 Subcampeón Nueva Zelanda 2015 Octavos de final Corea del Sur 2017 Cuarto lugar Polonia 2019 Octavos de final
Tras haber sido nominado de forma oficial como nuevo entrenador de la Selección Uruguaya, el argentino Marcelo Bielsa se transformó en el segundo extranjero de la historia en comandar los destinos de la Celeste tras la experiencia de su compatriota Daniel Alberto Passarella (1999-2001).
Más allá de su prolongada y exitosa trayectoria como director técnico a nivel mundial, es hora de analizar cómo le fue a Bielsa como entrenador ante el combinado oriental cada vez que le tocó enfrentarlo dirigiendo a las dos selecciones nacionales anteriores a las que comandó: Argentina (1998-2004) y Chile (2007-2010).
Una zurda prodigiosa, la cabeza levantada, creación y prestancia son solo algunas de las tantas virtudes de este exquisito “10”.
Sergio Santín nació en el departamento de Salto el 6 de agosto de 1956 y el apodo de “Bocha” se lo ganó desde muy pequeño porque pasaba todo el día detrás de la bocha o pelota.
Su historia futbolística comenzó en el Club Atlético Universitario de su ciudad natal, para luego desembarcar en Danubio. Con la franja negra en el pecho debutó en 1977, defendiéndola en alrededor de 130 partidos.
Desde su botín izquierdo “dibujaba” sobre la cancha las mejores jugadas, con gran sutileza y precisión en la pegada para habilitar a los atacantes. Inteligente y rápido mentalmente, con pelota dominada era infalible. Además, fue un notable definidor.
Cuanto más difícil el partido… el “Bocha” aumentaba su nivel y protagonismo, esto lo transformó en ídolo indiscutido de los hinchas danubianos.
Con el club de la Curva de Maroñas, fue subcampeón de la Liguilla ´77, logrando la histórica primera clasificación danubiana a la Copa Libertadores de América, tras vencer a Nacional en finalísima.
En 1978 obtuvo el Balón de Oro a la “revelación” del fútbol uruguayo, premio que otorgaba el desaparecido diario “El Día”.
También integró el plantel que obtuvo el vice campeonato en el Torneo República disputado en 1979.A mediados del año 1980, fue transferido al fútbol colombiano, donde también brilló por más de una década. Aún hoy, es dueño de un récord que no ha sido superado, es el futbolista con mayor cantidad de goles mediante la ejecución de tiros penales, con nada menos que64. En total disputó 451 encuentros y marcó 119 goles, defendiendo a los clubes Deportivo Pereira, Cúcuta, Atlético Nacional, América de Cali y Once Caldas. En la temporada 1984 -1985 jugó en Peñarol y en 1986 en el Santos brasileño.
Sus cualidades le permitieron alcanzar la selección mayor de Uruguay, con la cual disputó 18 partidos. Roque Máspoli lo hizo debutar (siendo jugador de Danubio) en 1980, en un amistoso frente al seleccionado peruano. Seis años después, convocado por el Profesor Omar Borrás, defendió la casaca celeste en el Mundial de México de 1986, jugando todos los partidos.
Tras finalizar su prodigiosa carrera como futbolista se recibió de entrenador y por algún tiempo trabajó en equipos colombianos, para luego integrarse al Cuerpo Técnico de su amigo Ricardo Gareca.
Sergio Santín, como lo definiera un periódico, fue… “UN TIMONEL EN EL DANUBIO”.
A mediados de 1913, Boca Juniors fue noticia por incorporar a uno de los mejores futbolistas del Río de la Plata, que contaba con apenas 19 años y que ya era un indiscutido en el Seleccionado Uruguayo. Su nombre: Alfredo Ángel Romano.
A esas alturas, el popular “Loco” sumaba 12 encuentros internacionales oficiales y cuatro anotaciones con la Celeste.
Había nacido en Montevideo el 2 de agosto de 1893 y era una de las figuras de este deporte en Sudamérica: hábil, gambeteador, encarador, astuto, goleador, asistidor, con endiablado cambio de ritmo cuando aquello no era común y guapo, podía jugar de forma indistinta en cualquier puesto de la delantera; ya sea de wing, entreala o centre-forward, a Romano le daba igual, siempre iba a descollar.
No es extraño que existan campeones mundiales que no hayan disputado ningún minuto en alguno de los torneos en los que intervinieron.
La Selección, a lo largo de sus cuatro títulos del mundo, ha contado con futbolistas que, en épocas en las que no existían los cambios, no pudieron calzarse la celeste para entrar al campo.
Sin embargo, esto no le quita a ninguno el máximo orgullo.
De todas formas, existe un caso muy particular en nuestro balompié y es que hay un par de campeones mundiales que no lo fueron una vez, sino dos y sin jugar ni siquiera un minuto.