El 23 de agosto de 1983, Uruguay conquistó un título que, desde que comenzaron a disputarse, le había resultado esquivo: los Juegos Panamericanos, que se celebran desde 1951.
La medalla faltante y largamente anhelada se cosechó en Caracas, Venezuela, de la mano del maestro Oscar Washington Tabárez, en una de sus primeras incursiones como conductor de un combinado nacional. Sin embargo, el camino al título no fue sencillo.
Si bien las selecciones mayores absolutas son las que se llevan todas las palmas y el protagonismo, las asociaciones de fútbol de los distintos países del continente supieron también contar con combinados íntegramente formados por futbolistas de la Segunda División, la famosa “Selección de la B”.
Generalmente, estos seleccionados específicos de la segunda categoría del balompié de cada país se limitaron a disputar partidos amistosos entre sí, pero también ante clubes e, incluso, participar de torneos amistosos alrededor del mundo, en los que actuaban, para sorpresa de muchos, combinados absolutos.
Estos casos fueron típicos de la Selección de la B uruguaya, que desde los años cuarenta del siglo pasado y hasta entrado el siglo XXI disfrutó de mucha actividad y, lo que es mejor, de un respeto ganado en nuestro deporte.
La pelota descansa tranquila en el fondo del arco. Un segundo antes, la habían tratado como a ella más le gusta. Brian Lozano la había acariciado con la parte interna de su pie derecho, por afuera de la barrera. Iban 10 minutos de la final contra México y Uruguay ya comenzaba a disfrutar de lo que sería un nuevo título para sus vitrinas.
Aquel 26 de julio de 2015 , devolvió a la celeste al escalón más alto del podio al conseguir el oro en los Juegos Panamericanos de Toronto.
Y claro, el final fue emotivo y como los campeones eran botijas, nadie los paraba. Corrían, saltaban, celebraban con todo tipo de gestos y muecas. Se habían recibido de hombres en la cancha.
La refundación de la selección había tomado cuerpo. La semilla plantada por Óscar Washington Tabárez en 2006, que dio los primeros frutos en el Mundial de Sudáfrica 2010, promovía la reencarnación de la mejor expresión de la historia del fútbol uruguayo en un grupo de jugadores que, definitivamente, volvería a hacer latir a la Celeste en la elite.
Aquella transformación, que durante años había diseñado Tabárez en el anonimato y en la soledad del abandono que tantas veces el fútbol propone a sus protagonistas, había encontrado en el liderazgo anímico y portentoso de Diego Lugano, y el silencioso y futbolístico de Diego Forlán, los motores fuera de borda para generar una nueva época en la selección de la AUF.
Definitivamente el fuego estaba encendido nuevamente.
El 12 de julio de 1987, Jorge Seré, Gonzalo Díaz, José Luis Pintos Saldanha, Enrique Peña, Enrique Báez, Oscar Aguirregaray, Pablo Javier Bengoechea, Mauricio Silvera, Gustavo Dalto, Walter Peletti y Héctor Tuja se fundieron en un solo abrazo y festejaron el título de campeón de América conquistado tras vencer en el Monumental de Núñez 1-0 a Chile en la final.
No solo eso: Bengoechea fue el autor del tanto decisivo y, en los dos encuentros por el Sudamericano de mayores (iniciando con el sensacional triunfo 1-0 ante la Argentina campeona del mundo en su propia casa y liderada por el, para muchos, mejor futbolista de todos los tiempos: Diego Armando Maradona), el “Chango” Pintos Saldanha clausuró el lateral izquierdo, el “Pelado” Peña ingresó a derrochar todo su coraje y el entrenador Roberto Fleitas se consagró con sus planteos magistrales.
Por tanto, a pesar de los consabidos problemas dirigenciales, organizativos y económicos de la Asociación Uruguaya de Fútbol en la década del ochenta, cuesta creer como la mitad de ese plantel campeón y el DT apenas dos meses y medio atrás habían pasado con más pena que gloria por el Preolímpico de Bolivia, aquel que buscaba dos lugares para los Juegos Olímpicos de Seúl 1988.
A lo largo de su más que centenaria historia, la Selección Uruguaya ha enfrentado a diversos clubes de fútbol en partidos de carácter amistoso y considerados internacionales tipo “B”.
Por supuesto que sobresalen los duelos ante elencos sudamericanos, pero también una más que importante cifra ante clubes europeos. De entre todos ellos, la Celeste supo enfrentar a los más grandes e históricos del Viejo Continente, en diferentes épocas y contextos.
Es por ello que, en este artículo, repasamos cómo le fue a Uruguay midiéndose ante los pesos pesados europeos en materia de clubes, muchos de los cuales tenían más calidad y futbolistas de jerarquía que diversos combinados nacionales.
Cuatro años después de la resonante victoria de Uruguay en Colombes 1924 y la gira previa por España que totalizaron catorce triunfos de corrido, exhibiciones demostrativas de que el mejor fútbol del mundo se practicaba en el Río de la Plata, al llegar la cita olímpica de Ámsterdam el balompié rioplatense-con sus dos representantes- y el del cono sur al sumarse también la participación de Chile, asiste con la pretensión de confirmar que por esta parte del mundo había surgido un estilo de juego insuperable. Esa modalidad se basaba en el pase corto donde la pelota se jugaba “cortita y al pie”, como lo difundió Pedro Cea, el único futbolista que actuó en todos los partidos de Uruguay de 1924, 1928 y 1930.
El viernes 9 de junio, coincidiendo con la celebración de los 99 años de la conquista oriental de su primer campeonato mundial de fútbol, la Asociación de Historiadores e Investigadores del Fútbol Uruguayo (AHIFU) y la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), homenajearon de forma sentida a los campeones de América y de la Copa de Oro con la casaquilla celeste.
En el acto realizado en el estadio Centenario, los campeones de las ediciones de América de 1956 a 2011 y del Mundialito de 1980-81, más allá del reconocimiento, se hicieron acreedores de un carnet AUF de libre acceso vitalicio para acceder a las canchas del fútbol uruguayo.
Una iniciativa que reconoce y agradece a todos aquellos que contribuyeron a la máxima gloria futbolística de nuestro país. ¡Felicitaciones a todos! ¡Gracias por todas las alegrías!
El 9 de junio de 1924, Uruguay conquistaba el Torneo de Fútbol de los Juegos Olímpicos de París, convirtiéndose en campeón del mundo por primera vez en su historia. Así fue presentado y reconocido por el máximo ente rector del balompié, que se encargó por primera vez de realizar un evento de estas características, en este caso dentro de los JJOO. La historia completa, detalle a detalle, a continuación. Para que no queden dudas (si es que quedaba alguna).